Del mirador de Alojera a Chipude

25/5/2020

Ayer tenia previsto ir a comer a Chipude, pero como antier sábado, de manera imprevista, caminé durante 10 horas y recorrí mas de 30 kms con un gran desnivel, hice truco: cogi la guagua de Valle Gran Rey y me bajé en Acardese, en las proximidades del mirador de Alojera, con lo que, de un plumazo, evité el ascenso de 800 m, en un recorrido de 15 kms (pendiente media de 5%) y un minimo de 3 horas de pateo. 

Cogí el camino que va desde el mirador de los Barranquillos hasta la entrada a la cañada de Jorge, buen camino, pero camuflado, no hay señal y generalmente le atraviesan unos gajos para que no lo adviertas o para que, si lo ves, cambies el recorrido. Una vez dentro, muy bien delimitado, con troncos a ambos lados en todo su recorrido, llaneando todo el tiempo, hasta las Hayas, y pasando por la entrada a la cañada nombrada, pero sin entrar a ella, haciendo un recorrido paralelo a la carretera dorsal hasta Raso la Bruma, primero, para luego atravesar dicha carretera, GM-2, y seguir en paralelo a la misma, por el otro lado, hasta llegar a la entrada a la cañada de las Creces y cruce para Risquillos de Corgo y Vallehermoso por la Meseta, después. En este punto hay que cruzar, de nuevo, la carretera para abordar el jardin de las Creces y la cañada del mismo nombre, primero, y Las Hayas, a continuación. 

Llegado a Las Hayas con la ilusión, desde un rato antes, de la cervecita Casa Amparo, me tuve que quedar con las ganas porque estaba trancado.   Efectos colaterales. Pero bueno, vamos a bajar el barranco, que se las trae, y volver a subirlo y en casa Maria y Fillo, en El Cercado, ahi cae la cervecita, que ya vendrá siendo mediodía.

La bajada de Las Hayas al barranco, para subir al Cercado, es un camino que en 20 minutos te lleva de un pueblo al otro, mientras por la carretera no bajas de la hora. La diferencia es considerable. Pues yo estuve un tiempo haciéndolo por carretera, porque hay un pedazo del camino que es un desfiladero (aparece en las imágenes) de unos 50 metros de longitud y como 2 metros de ancho, aproximadamente, con un abismo vertical de 200 m, como mínimo, hasta el fondo del barranco. Y si bien camino mucho, las zonas vertiginosas me dan pavor. Llegué ahí un montón de veces y di la vuelta para coger la carretera. Y el hecho es que supone un eje que, para los recorridos que a mi me fascinan, en la isla, se erige en casi inevitable, la mayoría de las veces. Un día, a punto estaba de dar la vuelta porque las piernas se me ponen a temblar, efecto del miedo, cuando apareció un grupo de caminantes con guía. Me acoplé a ellos, el último detrás del grupo y crucé. Otro día pasé acompañado con Carmelo, primero en una dirección, y después del café en El Cercado, en sentido contrario. Y entonces fui forjando la decisión. No resolver eso era un problemón para una de las cosas que más me satisface, que es vivir y merodear en el bosque. Así que me fui,  solo, decidido a pasar. Primero. - No mirar, ni una vez, al abismo. Solo al suelo 2 metros delante y advertir obstáculos o imprevistos. Segundo. - Ir muy despacio. Tercero. - Si empezara a temblar en medio del desfiladero, cuerpo a tierra y reptar hasta el final. No tuve que reptar, pero creo que nunca he sudado en una caminata como aquellos 50 m que acababa de cruzar, solo, por primera vez. Me quité la chaqueta del chándal y la coloqué debajo de la mochila y regresé al punto de partida. Así, 10 veces. O sea que crucé el desfiladerito de los cojones 20 veces. Entonces cogí la mochila y seguí mi camino. Se acabó el problema (“Todo esta en tu cabeza”, Suzanne O’Sullivan, altamente recomendable). Bueno, de eso ha pasado, ya, cerca de un año; y yo he cruzado ese desfiladero más de cien veces. Pero claro, otro efecto colateral de la situación histórico-epidemiológica contemporánea: ayer llevaba casi tres meses sin cruzarlo; y como dice el refrán, “donde hubo siempre queda”. Al aproximarme, noté un gorgojeo en el estomago y me dije en voz alta: “Cuerpooooo a tierraaaaa!!!” y salí como un tiro. Bueno, una vez pasado el desfiladero, que estaba completamente azocado, un huracán de viento (no se que habría ocurrido si me pilla en el lugar del crimen je je je😀😀😀). Bajé al barranco, subí al Cercado y, casa Fillo, trancado. Pero bueno, 20 m mas adelante esta casa Victoria, que tambien tiene 🍺: trancado. Entonces ya había que esperar a casa Sonia en la plaza Chipude. 

Pero claro, desde que había llegado a las Hayas se habia acabado la arboleda y el recorrido era al sol auténtico. Rumbo a casa Sonia. Algo mas de media horita, trepando una pequeña colina, bajando al cauce de otro barranco y subiendo de nuevo a la plaza. Trancado. A la botellita de agua. 

Pues a seguir para los Apartaderos, cuando llegué a casa Javier (Los Camioneros) había recorrido 10 kms, había ascendido 250 m, era la una del mediodía, había 32 grados a la sombra y por fin me pude tomar la cervecita, encontrarme con los amigos, Cándido y Oscar, brindar con ellos y degustar pata cochino-asada, almogrote, pulpo guisado, carne cabra, papas uptodate guisadas y florecidas, mojo cilantro, pimienta picona y, por encima de todo, una agradable conversacion. A casa me trajeron en coche. Y hoy lunes, reposo absoluto.