De Vallehermoso a la Laguna Grande, Las Hayas y Arure; y vuelta por Epina
13/6/2020
Desde hace varios dias andaba yo buscando una ocasión para celebrar el comienzo de la jubilación por todo lo alto. Pero llevamos casi una semana con llovizna o lluvia, en fin, condiciones no idóneas para la caminata. Y me he limitado a entrenar sin alejarme mucho de casa por si las moscas...
Ayer viernes habia un 10% de riesgo de lluvia con 0 mm, es decir “mear sin echar gota” como dice el refrán. Y quería salir temprano para la gran caminata, pero a las 5:30 no lograba otear las nubes del monte y seguí durmiendo hasta que el cuerpo quiso, que fue hasta las 9. Fue despertar, otear, preparar y arrancar. Dia magnifico.
Tiré por el camino del sur, el de las 6 en nuestro reloj imaginario, tras ascender por la pista del barranco del Ingenio 3,5 kms y 300 m de altitud (pendiente aproximada de 7%), hasta el barranco de Gallo. Durante este tramo pasé por la presa de la Encantadora, a mitad de su capacidad o algo menos.
Llegado al barranco de Gallo, abandoné la pista del Ingenio y tomé un camino que en 1,2 kms me llevó a la pista de la Meseta, muy cerca de la presa de los Gallos, desde donde continué el ascenso hasta los riscos de Corgo, llegando a la entrada de la cañada de Las Creces, con un recorrido total de 6,6 kms y un ascenso acumulado en este punto de 900 m sobre el punto de partida (pendiente de 15% en este segundo tramo del ascenso). Desde un punto de esta subida pude plasmar a lo lejos la presa de los Gallos, prácticamente vacía. Y en otro punto de este camino pude constatar una colonia de setas silvestres en pleno desarrollo, que acreditan la lluvia de los días pasados, lo que, por otra parte, se objetiva por los numerosos barrizales y canales originados en los caminos. La colonia de setas se muestra junto al bastón.
A partir de la cañada de Las Creces tomé la carretera GM-2 o dorsal y me dirigí, a lo largo de unos 4 kms, al centro recreativo de la Laguna Grande, cuyo acceso continuaba vedado, ayer, así como el servicio de restauración que allí se ubica.
En este trayecto, al paso por el Mirador de Mocanillo pude observar (y muestro también alguna imagen), con desazón, el efecto del fuego que en el año 2012 entró al corazón del Parque Nacional Garajonay, notando que si bien el suelo se ha recuperado notablemente en ocho años, la estructura montuna, según los expertos, vendrá a equipararse al estado previo en torno al transcurso de un siglo.
Desde la Laguna Grande tomé el camino de Chipude y el Cercado, pasando por la presa de la Malecita, prácticamente vacía, con casi 2 m de nivel por debajo del que tenia hace una semana, hasta el lomo Chejique, madre de aguas vertientes hacia los barrancos de Chipude y el Cercado, desde donde se contemplan ambos caseríos en toda su hermosura, el primero, presidido por la Fortaleza; y el segundo, por los variados colorines de sus casas modernas, entremezcladas con algunas de piedra y barro con tejas del paií, aún en pie y en plena funcionalidad. Al llegar al Cercado llevaba 14 kms recorridos.
Para continuar a Las Hayas bajé al cauce de los dos barrancos que separan estos dos caseríos, para ascender, desde el fondo del segundo, a un desfiladero al que me he referido en otras crónicas, con una impresionante caída de varios cientos de metros, al fondo del barranco; y, desde donde se podía divisar, ayer, Valle Gran Rey y, al fondo, la isla del Hierro, en una bella imagen que trata de ilustrar el texto y transmitir el disfrute que se puede lograr observando los regalos a la vista que proporciona el camino. Llegado a Las Hayas, la cerveza, gloriosa, cayó en la terraza de casa Amparo y luego la reposición energética, a base de bistec de cochino y polvito gomero. A estas alturas del camino llevaba recorridos 16,4 kms.
A las 4:30 arranqué desde casa Amparo hacia Arure. La presa de Arure estaba prácticamente vacía, como jamás la había visto. Al llegar a este pueblo había recorrido 20 kms y subí por el camino que lleva a Acardese y los miradores de Alojera, primero, y los Barranquillos, después, para continuar cruzando, con el acicate de las vistas del risco de Taguluche y Alojera, así como las tres cañadas que me condujeron a Epina, pasando antes por el Palo que Salta, así llamado porque las copas de los arboles de ambos lados de la carretera se cruzan por lo alto, encontrándose y configurando una suerte de túnel vegetal, fenómeno muy frecuente en numerosos puntos del Parque Nacional Garajonay. Al llegar a Epina había recorrido 24,3 kms y seguí rumbo a la pista de la Meseta, por el extremo de la misma que conecta con la GM-1, descendiendo por un bello camino que, en apenas 1,2 kms, nos muestra lo que se me antoja una especie de parque forestal, pero que apenas es conocido. De hecho, prácticamente nunca me he encontrado a un caminante en ese bellísimo tramo de los hermosos caminos de la Gomera.
Puesto aquí tenía la opción de bajar por la montaña de Macayo (las 9 del reloj imaginario) o cruzar los 4 kms de la pista de la Meseta para encontrar el camino del sur por el que había ascendido durante la mañana.
Como que esta fue la primera vez, tras los 50 días sin caminar, debido al confinamiento, que aprecié claramente la recuperación del fondo, que no del ritmo, ya que, a estas alturas, las 7 de la tarde, solo deseaba más horas de luz y más camino que recorrer, es decir, llevaba la directa puesta y caminaba sin esfuerzo y con extremo placer: ese estado no lo había conseguido desde las caminatas anteriores a la ruptura debida al estado de alarma.
Así que elegí la segunda opción, crucé las 5 cañadas que muestra esta carretera no asfaltada, casi horizontal y muy idónea para caminar, correr o visitar en jeep, fotografié las proximidades de la piedra encantada, alcancé el camino de los Loros, por donde había ascendido por la mañana, bajé hasta la confluencia del barranco de los Gallos con la pista asfaltada del Ingenio; y regresé por ella a casa, volviendo a pasar por la presa de la Encantadora, por lo que esta excursión podría ser denominada la “ruta de las presas”, habiendo visto cuatro durante la misma: la Encantadora, los Gallos, la Malecita y Arure, todas ellas diezmadas, si bien en desigual medida.
Al llegar a casa había recorrido 35 kms, había subido en total 1.100 m y los había vuelto a bajar; y había invertido 12 horas de estupenda marcha automática. Ahora, las fotos, y hoy, a hacer una breve caminata instrumental para comer en el Rincon del Campesino, en Las Rosas, en compañía de un amigo. Entrenamiento.